Islandia es la isla de las auroras boreales. En pocos sitios del mundo pueden contemplarse paisajes tan espectaculares como los que ofrece la tierra islandesa. Con la Navidad a dos pasos, acercarse a lugares como la península de Reykjanes, es, porqué no, una propuesta bastante interesante, sobre todo, ahora, cuando la época es más propicia.
Reykjanes se encuentra en el punto más oeste de la península. Una ruta posible arrancaría desde Grindavik, cruzando territorios volcánicos que terminan abruptamente en magníficos acantilados.
En un montículo, el Faro de la ciudad pesquera de Gardur y la visita a una planta geotérmica casi fantasmal, son aperitivos para una de las atracciones turísticas más conocidas en Islandia, la Laguna Azul.
El balneario, si viajamos hacia el sur, está rodeado de campos de lava y tierras arenosas y conserva aguas termales de gran poder relajante. Bañarse en su laguna azul, al aire libre, puede convertirse en algo inolvidable.
El viaje continuaría junto a bellas cascadas por el desfiladero de Dhyroaley, para contemplar otros dos lugares imprescindibles: la zona geotermal de Geysir y el parque nacional de Thingvellir, donde se constituyó el primer parlamento vikingo, el más antiguo del mundo. Es también el único lugar donde se pueden observar como se separan las plantas teutónicas.
Si contrata un trineo de perros o una motonieve, le sugiero que visite Gullfoss, una espectacular serie de saltos de agua. Además del cráter Kerid y el poblado de Hveragerdi.
En próximos avances les mostraremos más aspectos de Islandia y descubriremos juntos aspectos menos conocidos de su capital, Reykjavik.