A finales del pasado mes de mayo, la UNESCO declaraba a esta isla canaria como reserva de la Biosfera. Las razones se las explicamos a continuación, porque no le faltan. Fuerteventura es una isla paradisiaca, con 3.000 horas del sol al año y temperaturas que no superan los 25 grados. Un lugar, bendecido por los dioses.
A pesar de ser la segunda en extensión, es la menos poblada de todo el archipiélago canario, factor importante a la hora de lograr la preservación del ecosistema que la envuelve. La isla majorera, por el contrario, la más antigua de Canarias, conserva prácticamente intactos todos sus encantos: Infinitas playas, extensas dunas de arena, y paisajes rocosos, de espectacular belleza.
Una diversidad de contrastes que la hacen especialmente atractiva para el turista más exigente. Fuerteventura lo tiene prácticamente todo, y lo que es más importante, no ha sido (esperemos que no lo sea nunca), engullida por el turismo masivo. Aún así, la interesante oferta hotelera y la interminable secuela de actividades de las que puede disfrutar durante todo el año, es insuperable.
Si le gustan los deportes acuáticos, si es más de sol y tumbona, si le apetece coger la mochila y patear senderos o bien montarse en un 4×4 y experimentar qué se siente recorriendo el desierto, Fuerteventura es el lugar perfecto.
Aunque las rutas posibles son interminables, (tendremos tiempo para hablar de ellas), les propongo dos visitas imprescindibles: el parque natural del Corralejo y la playa de Gran Tarajal.
Vía | Soitu
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