Una de las riquezas culturales de Japón que atrae cada año a millones de turistas son sus jardines. Estos espacios naturales son parte de la tradición y la arquitectura japonesa y no sólo son importantes en lugares con gran afluencia de público, sino que se integran en la propia casa del ciudadano japonés, como si de una religión se tratase.
Toda esta tradición paisajística está basada en un antiguo escrito, el Sakuteiki, que explica cómo diseñar el jardín y cómo distribuir los distintos elementos para conseguir un espacio que evoque serenidad y represente la belleza propia de la naturaleza. A partir de él, se ha desarrollado toda una cultura, seguida e imitada en todo el mundo.
Para entender un jardín japonés, es imprescindible localizar su elemento principal, la roca (hay jardines únicamente compuestos por rocas, como el Ryoan-ji, en el noroeste deKioto). Ésta llega a ser el esqueleto a partir del cual se distribuyen el resto de elementos, como son: agua, islas, puentes, linternas de piedra o casas de té. Las plantas más comunes en estos jardines son el bambú y el pino negro japonés, aunque se pueden distinguir una gran variedad de árboles y arbustos. También es común encontrarse con estanques de peces de colores, farolillos y algunos recipientes de piedra. Todo, en conjunto, crea una armonía visual pocas veces vista en cualquier otro tipo de jardín.
Se pueden distinguir varios tipos de jardines: los de paseo, los de aposento, los de té y los de contemplación. Cada uno tiene su propio fin, que, ya sea la mera observación o la meditación, suelen cumplir las expectativas de sus visitantes.
Algunos de los jardines más visitados y con más riqueza histórica son: El Jardín Shugaku-in, en Kioto; el jardín Kenrokuen, en Kanazawa; el jardín Kairakuen, en Mito, Ibaraki; el Jardín Kokyo Higashi Gyoen, en Tokio; el Jardín Senkaien, en Yokohama; el Korakuen, en Okayama o el Jardín Hosokawa Gyobu-tei, en Kumamoto. Cualquiera de ellos promete un espectáculo de color y armonía.
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