Tombuctú, el paraiso perdido, inspirador de relatos imaginarios y expediciones, sigue alimentando la cultura de lo desconocido, que tantas oportunidades ha traído a los habitantes de aquel lugar no tan remoto.
La ciudad rodeada por el desierto de Níger que la azota irremediablemente un día si y otro también, tuvo una posición privilegiada como centro de cultura y estudios, durante los siglos XIV y XV, cobijada bajo dinastías como la de Mansa Musa, ferviente islámico, la ciudad, que hasta el momento había sido lugar de peregrinación comercial, adqurió un prestigio, solapado en parte por su aislamiento que fomentó una atracción a exploradores extranjeros, algunos de ellos perecieron por el afán de sus habitantes de ocultar la ciudad a otros ojos.
El escritor almeriense Antonio Llaguno, defensor a ultranza de la cultura de esta civilización, se ha convertido en ’embajador’ simbólico de la etnia de los Arma, considerados como renegados del reino andalusí, que poblaron estas tierras antaño. Una de las premisas que Llaguno plasma en el libro: ‘Tombuctú, el reino de los renegados andaluces’.
Ahí describe como este pueblo se instaló en la curva del río Níger, y como sobrevivió, dejando profundas huellas de la cultura andalusí que Llaguno se dispone a redescubrir. Y lo hace a través del género de los llamados masalik wa-mamalik, los caminos y los reinos. Un cuaderno de viajes con anécdotas y rutas, para soñar y visitar.
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