Con sus más de dos metros y medio de largo se encuentran en un prado en el camino natural que va de Ávila a Toledo, se encuentran cuatro esculturas hechas de granito, se trata de los “Toros de Guisando”.
Estas figuras fueron realizadas entre los siglos IV y I antes de Cristo, durante la Edad del Hierro, cuando los vetones estaban asentados en la zona, estos eran fundamentalmente un pueblo ganadero, se establecían en lugares en los que abundaba el agua y el pasto para sus rebaños.
Situados en el término municipal de El Tiemblo mirando al cerro de Guisando, tienen a sus espaldas el arroyo Tórtolas, la frontera natural que separa las comunidades de Castilla y León de Madrid.
El misterio de estos cuatro enigmáticos verracos es el de su función, puede que fueran esculturas con fines religiosos o funerarios, o protectoras de los rebaños, dotadas de una finalidad mágica, o bien como simples hitos en las cañadas como marcadores territoriales.
Aunque están poco elaboradas, las esculturas labradas en granito, están alineadas con sus cabezas hacia el atardecer, alguna de ellas tiene agujeros para insertar los cuernos y suaves surcos paralelos que indican los pliegues del cuello del animal.
Miguel de Cervantes los cita varias veces en “Don Quijote de la Mancha”, Federico García Lorca recurre a su valor emblemático en su obra “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”:
…y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
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