Pasar una noche en el desierto y probar una típica comida beduina (a base de arroz), son dos experiencias aconsejables si viaja al Sinaí. El mítico monte, el más alto de Egipto, desde donde se cree que Dios habló con Moisés, es hoy en día, destino para peregrinos y aventureros.
La aventura comienza, nada más llegar a Egipto y dirigirse hasta la inmensa extensión que es el desierto de Sinaí. En ascensión hasta la famosa cumbre, de 2.285 metros de altitud, después de una noche entre beduinos, se contempla uno de los amaneceres más bellos de la tierra. La fría noche dará paso a un sofocante calor en pocos minutos, aún así, merece la pena vivir esta experiencia.
El peregrinaje al monte Sinaí puede hacerse a lomos de un camello o bien a pie, por un sendero transitable, formado, en su tramo final, por 3.000 peldaños tallados por los monjes del Monasterio de Santa Catalina, monjes ortodoxos griegos y que guardan la colección de manuscritos más antigua del mundo. Aunque solo puede visitarse, la vieja capilla y una interesante colección de iconos.
Es en este lugar donde se encuentra la zarza, lugar desde el cual Moisés supo de la tierra prometida, hoy en día, de inexcusable visita y lugar de oración para muchos. Y de tierra prometida, la que puede contemplarse debajo del Mar Rojo. Arrecifes de coral y transparentes aguas, el buceo se hace inevitable.
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