Cannes y cine son dos palabras que están unidas para siempre, más allá del que para muchos es el mejor festival del mundo y de una curiosa coincidencia de consonantes. Durante unos días el festival copa toda la atención, pero cuando éste termina la relación de la ciudad con el séptimo arte continúa.
En cualquier momento del año es posible revivir la magia del cine en las calles de esta ciudad. Un buen lugar para sentir esta relación perpetua es el propio Palais des Festivals et des Congrès ya que siempre hay alguna colección de fotografías sobre cine.
En la misma puerta empieza el Chemin des etoiles, una colección de más de 300 huellas de las manos de algunos de los más importantes cineastas de la historia. Hay que dedicarle un rato para buscar las que más nos interesen, ya sean las de Jane Fonda y Sophia Loren o las de Clint Eastwood, Tim Robbins o Jerry Lewis.
Pero donde la ciudad rinde un homenaje perpetuo al cine es en las pinturas murales que adornan medianerías y algunas fachadas de edificios públicos. Todo empezó como una idea en 2002, y a partir de 2004 empezaron a aparecer, poco a poco, pero de forma regular, estos guiños enormes al mundo del cine.
Otra forma de sentir el cine es partir en busca de los escenarios de las películas rodadas en Cannes. Destaca sobre todos ellos es Atrapa a un ladrón, de Alfred Hitchcock, con Cary Grant y Grace Kelly, una de las pocas películas del maestro inglés en la que los exteriores son decisivos.
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