“Érase una vez un pequeño niño perdido. Buscaba bajo las piedras y tras su sombra pero nunca se encontraba. Jugaba con las estrellas y susurraba a las nubes secretos que guardaba el viento. Preguntaba a las montañas más altas y a los viejos más viejos, pero nadie le daba respuesta” así comienza a autodefinirse el Niño de las pinturas, un virtuoso del grafiti que ha hecho de las calles de Granada un inmenso lienzo en el que plasma su particular visión del mundo.
Cuando llegué a Granada, una de las visiones que más llamaron mi atención junto con la Alhambra, el barrio del Albaicín, el Sacromonte y las tapas de los bares fueron las pinturas de este artista granadino: frescos cargados de temática, dinamismo y emotividad que sintonizan con la ciudad y la revalorizan. Los lugares escogidos por Raúl Ruiz, nombre del Niño de las pinturas, para aplicar sus sprays suelen ser rincones sórdidos o abandonados y precisamente es ahí donde surge la magia de este poeta del color capaz de convertir esos rincones olvidados en auténticas obras de arte.
Resulta verdaderamente impresionante que la voluntad de una sola persona sea lo suficientemente fuerte como para cambiar el aspecto de toda una ciudad. La Granada del siglo XXI no sería lo mismo sin la valiosa aportación del niño de las pinturas, para la gran mayoría un artista anónimo, para otros un vándalo que pinta en las paredes.
El Niño de las pinturas ha conseguido lo que muy pocos han podido alcanzar: partiendo de la clandestinidad y de la ilegalidad impuesta por la ley ha conseguido un reconocimiento que va más allá de las fronteras de Granada. Ahora, el mismo ayuntamiento que diez años atrás perseguía y sancionaba su trabajo con multas por vandalismo, se ha convertido en el altavoz de las virtudes que han hecho grande a este sensible grafitero.
El Niño de las pinturas de Granada se ha hecho un nombre a medida a base de trabajo y talento. Han sido diez años de arte clandestino convertido ahora en un punto de interés turístico de la ciudad. Incluso se dice que el consistorio llegó a preparar unas guías turísticas en las que se indicaban los lugares en los que podrían encontrar las pinturas de este artista que ha pasado de vándalo a virtuoso.
Una de las particularidades de la obra de Sex69, otro de los seudónimos del Niño de las pinturas, es su capacidad para comunicar a través de sus grafitis. La mayoría de sus aportaciones tienen lemas como “entra en el laberinto y pinta sus paredes” o “haciendo cosas que rompo para arreglarlas y volver a romperlas paso mi tiempo”. Una reivindicación de la calle para sus ciudadanos.
La motivación que mueve a este pintor Granadino es la misma que mueve a muchos jóvenes de la cultura Hip Hop para los que las calles del barrio son el epicentro de un estilo de vida. Un inmenso escenario en el que aprenden viven y comparten la experiencia única de la vida. Según el niño de las pinturas lo que hace es compartir con sus vecinos lo que mejor sabe hacer, grafitis.
Su aportación a las calles de Granada deja abierto el debate inconcluso sobre los grafitis: ¿son arte o vandalismo? A la vista de la opinión que generan las obras del Niño de las pinturas es arte pero en base a las denuncias que persiguen a este joven artista de 32 años es un acto vandálico. Lo cierto es que el arte continua siendo arte esté aplicado sobre un lienzo de seda en un salón de un palacio o en los muros de las calles de una ciudad.
David Nogales