Los habitantes de Popayán, la capital religiosa colombiana por excelencia, pintan de blanco las fachadas de las casas delante de las que desfilan las procesiones de Semana Santa. Unas procesiones que se llevan celebrando desde al menos 1558 y que desde 2009 son Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, declaradas por la UNESCO.
La Semana Santa en esta ciudad recuerda a las de Valladolid y Sevilla. Las mujeres lucen mantillas blancas, y hábitos azul oscuro y capirotes blancos al estilo andaluz; mientras que los cargueros que mecen los pasos marchan con el rostro descubierto. Son éstos en su mayoría tallas policromadas de origen español de los siglos XVI y XVIII.
Los pasos desfilan profusamente adornados: flores blancas el martes, de color rosa el miércoles, el jueves son rojas, y moradas el sábado. Finalmente el paso del Resucitado se engalana con flores multicolores.
Menos antiguas que las de Mompox y Popayán son las celebraciones religiosas que tienen lugar en Pamplona, en la cordillera oriental de los Andes, y en Sabanalarga.
En esta ciudad del departamento Atlántico, cercana a Barranquilla, se mezclan las dramatizaciones sobre la Pasión y las procesiones. En la plaza principal, el Viernes Santo, mediado el Sermón de las Siete Palabras, se escenifica la bajada del cuerpo de Cristo de la cruz y su traslado hasta el sepulcro. La procesión del Santo Sepulcro se prolonga hasta la madrugada.
Pamplona, envuelta en nieblas matutinas, presenta una pintoresca arquitectura colonial. Paralelamente a las procesiones, caracterizadas por su rica ornamentación, se celebra también un Festival Internacional Coral de Música Sacra.
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