Del pasado de Alejandría parece que se ha olvidado todo. Aparte del nombre, no conserva ningún recuerdo de su glorioso fundador. También es prácticamente inútil buscar las huellas de la divina Cleopatra. Y hay que hacer un gran esfuerzo para aceptar que el fuerte Qaitbey ocupa el lugar del famoso faro -una de las Siete Maravillas de la Antigüedad- que iluminó el puerto y la mente de varias generaciones.
Hace pocos años se inauguró por fin la Nueva Biblioteca, que quiere recordar a ese antiguo centro de sabiduría que era mucho más que un almacén de rollos y papiros. Hasta el momento cuenta con un hermoso edificio pero con pocos fondos.
La coexistencia de tantas lenguas, razas y religiones durante unas décadas creó una ciudad literaria y legendaria que ahora los escasos visitantes extranjeros se afanan en descubrir.
Al caminar por sus calles a la búsqueda de recuerdos literarios el viajero deja pasar los días en los cafés, viajando en tranvía, comiendo pescado a la orilla del Mediterráneo, soñando con un mundo pasado que pervive en las páginas de los libros.
Dada la ausencia de grandes monumentos que se conviertan en visita inexcusable, Alejandría es una ciudad perfecta para callejear. De las plazas principales (midan Orabi y midam Sa’ad Zaghloul) salen casi todos los caminos. Es curioso, pero Alejandría, el libro de E. M. Forster, -su última versión del autor es de 1961- sigue siendo la mejor guía para esta exploración callejera.
Más información| Windsor Palace, Metropol, Alejandría.es