Un día de invierno en Madrid, un buen cocido y una larga y relajada sobremesa. Son placeres cercanos, que nos suelen pasar inadvertidos pero que podemos calificar como sublimes. Algunos restaurantes de Madrid han ligado su nombre y su fama a tan castiza delicia.
El cocido madrileño ha acabado, desde sus humildísimos orígenes, por convertirse en una experiencia entre lo gastronómico y lo cultural.
De primero, una sopa de fideos con el caldo; de segundo, los garbanzos y las verduras, y por último, las carnes troceadas y los huesos de caña.
Ya se escapaba Alfonso XII de Palacio para “apretarse” un cocido en Lhardy. Abierto en 1839, es uno de los restaurantes con más historia de nuestro país y de la gastronomía madrileña. Este gran clásico madrileño es inamovible especialista en los dos recetas locales más emblemáticas: los callos y el cocido. El soufflé de postre también es innegociable.
La Bola es un local centenario, inaugurado en 1870, que mantiene su carácter familiar y ese sabor de taberna tradicional. Su excelente cocido se sigue elaborando en puchero de barro individual y cocinado durante seis horas a fuego lento y con carbón de encina.
La Gran Tasca lleva abierta desde el año 1942. Es, sin duda, uno de los mejores de la ciudad, tanto por la calidad de los ingredientes . También hay croquetas, mollejas encebolladas, callos a la madrileña y el caldo de la abuela, que procede del cocido.
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