Se dice que la corte china contaba entre sus manjares más preciados un té que sólo tocaban los labios del emperador gracias a un estricto proceso de cultivo y recogida. El té debía ser cultivado por mujeres vírgenes, que cortaban las hojas con tijeras de oro y las dejaban caer en un cuenco dorado, ofreciéndolo después al emperador y evitando durante el proceso cualquier contacto con el cuerpo.
Pues esta plantación, que ha revivido la antigua tradición china y data de los siglos V y VI, funciona en uno de los lugares más bellos de Asia, se trata de la plantación de té Handunugoda en Sri Lanka.
Las mujeres que recogen el té en la plantación han de ser solteras «a las que se les presupone la virginidad». Pero la parte de la tradición que siguen a rajatabla es la de evitar que el té entre en contacto con parte alguna del cuerpo humano.
Se utiliza una variedad de té blanco llamado Kilburn Imperial, más conocido como Té Blanco Virgen.
Muy por encima del precio de un té normal, aquí se produce el té más caro del mundo. Su producción, limitada a 48 kilos al año, convierte a este té en un lujo sólo al alcance de los emperadores del mundo moderno.
Handunugoda se encuentra a unos 40 minutos en coche de Galle, una pequeña ciudad portuaria al sudoeste de Sri Lanka famosa por sus playas y su sabor colonial. La mejor manera de llegar a Galle desde la capital, Colombo, es hacerlo en un tren que parece sacado de otra época.
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