Sula quiere decir isla y wesi, hierro. La isla del hierro es la cuarta en superficie de Indonesia y cuenta con más de catorce millones de habitantes. El nombre le viene dado por la abundancia de árboles de caoba, una madera cuyo peso y color la asemejan a este metal.
A medida que se avanza por la angosta carretera, las humildes viviendas de los campesinos que jalonan ambos lados del camino parecen extrañas aves zancudas. Algunos niños se deleitan chapoteando en al agua enlodada; otros navegan con indiferencia en diminutas barquitas.
La saturada ruta que corre hacia las tierras altas, entre verdes arrozales flanqueados por el mar y las montañas, es la única tierra seca que hay a la vista. Todo lo vivo confluye aquí.
Un país donde el encarecimiento del arroz, de las gambas y del pescado ha obligado a muchos campesinos a anegar sus arrozales y convertirlos en piscifactorías. Así se ven, al pasar, pertrechados con sus redes, pescando los ejemplares más grandes y devolviendo los alevines al arrozal.
Los buguis son musulmanes y Pare Pare, su capital, cuenta con una mezquita desde la que potentes altavoces difunden la oración pero al llegar a las montañas, el paisaje cambia bruscamente.
Un arco sobre la carretera da la bienvenida a Tana Toraya. Ante la vista se extienden espesos bosques selváticos.Sus habitantes viven distribuidos entre Rantepao, Makale y decenas de villorrios. Las aldeas muestran la rara belleza de sus casas idénticas, perfectamente alineadas, recordando la proa de antiguos veleros.
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