De esta presencia humana centenaria en un valle tallado por la naturaleza durante millones de años ha surgido uno de los paisajes humanos más apasionantes del Caribe, un lugar donde se mantienen modos de vida tradicionales que ya forman parte del valle.
Entre los mogotes se abren los hoyos en los que el tabaco encuentra terreno propicio. En esta provincia de Pinar del Río los entendidos encuentran el mejor tabaco del mundo. Pero afinan mucho más, y de todos ellos eligen el de la comarca de Vuelta Abajo, en los pueblos de San Luis y San Juan y Martínez.
Las vegas de Viñales no son grandes explotaciones sino campos pequeños trabajados por los guajiros del valle con las técnicas de hace muchas décadas. Allí se los ve, mimando sus plantas (que acarician con la misma suavidad que a un ser querido), con el sombrero de paja y un eterno veguero en la boca, o con sus carretas de bueyes que acarrean los atados de hojas a los secaderos en la época de recolección.
Y en medio, Viñales, el pueblo de casas más que centenarias, con techumbres de tejas y paredes pintadas de colores suaves, un puñado de calles a la sombra de la torre de la iglesia rodeada de palmeras.
Muchas de las cuevas del valle fueron utilizadas en la época colonial como escondrijo por los cimarrones, esclavos que escapaban de las plantaciones y buscaban refugio en el valle lejano y solitario. Una de las más visitadas es la llamada del Indio, porque allí también se han descubierto restos de asentamientos de los guanahatabeyes.
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