En el tramo final de su viaje alrededor del mundo en el Beagle, en 1836, Charles Darwin recaló durante unos pocos días en Mauricio y dejó escritas algunas de sus impresiones: “Uno de los espectáculos más interesantes que ofrece Port Louis es ver circular por las calles hombres de todas las razas“.
Esta afirmación sigue siendo válida en nuestros días. Por eso una escapada a Port Louis desde la playa es una visita que vale la pena, y proporciona más de una sorpresa.
Por ejemplo, en Royal Street, en la parte vieja de Port Louis, está el barrio de Chinatown. Hay pagodas, farmacias con pócimas misteriosas, una quincallería cada pocos metros, muchas tiendas con figuritas…
Nada que no sea habitual, salvo que en una de las esquinas de la calle está la mezquita del Viernes, la gran mezquita (mediados del s. XIX). Sin embargo, un poco más allá, lo que se ofrece a la venta en los escaparates son imágenes de Shiva y Ganesh, lo que indica que hemos llegado a una zona hindú.
Port Louis es una pequeña ciudad encajada en tres valles estrechos al pie de algunas de las montañas más puntiagudas de la isla . Los flamboyanes de la place d’Armes y las higueras de Indias del jardin de la Compagnie des Indes parecen introducir la naturaleza en la ciudad.
En el Natural History Museum encontramos el recuerdo de numerosas especies extinguidas, sobre todo el dodo (el símbolo de Mauricio) como consecuencia de la actividad humana.
El Aapravasi Ghat (declarado patrimonio mundial por la Unesco), se encuentra justo al borde del mar. Aquí desembarcaron miles de trabajadores forzados indios entre 1849 y 1910. Sus descendientes forman ahora más de la mitad de la población de Mauricio.
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