“Es el palacio ubicado a la mayor altura sobre el nivel del mar en el mundo”. Se dice que quien no visita el Palacio Potala, no ha estado en Lhasa ni en el Tíbet. Símbolo de Lhasa e incluso del Tíbet, se ha convertido en un lugar sagrado para la población local por su maravillosa arquitectura, valores religiosos y culturales.
El Potala no sólo es la obra maestra de la arquitectura tibetana, sino también un depósito de tesoros de la artesanía religiosa de esta etnia. Más de 2.500 metros cuadrados de pinturas adornan los corredores y los techos.
Fue declarado Patrimonio Mundial de la Unesco en 1994, y, en 2002 y 2001, el Monasterio Jokhang y el Palacio Norbulingka fueron incorporados también como proyectos ampliados del grupo de construcciones históricas del Palacio Potala.
La ciudad de Lhasa es el hogar de los tibetanos, han y los hui, así como de otros y vario pintos grupos étnicos.
El Palacio Potala era la residencia permanente del Dalai Lama, hasta que el catorceavo Dalai Lama se escapó a la India. Actualmente es la sede tradicional del Dalai Lama y está considerado por el budismo como el centro más sagrado del Tibet.
Desde el año 2003 se estableció un límite de visitantes diario para proteger el monumento. Actualmente sólo se permite la entrada de 1.800 personas al día, 960 de las cuales son grupos de turistas y el resto queda reservado para creyentes budistas y viajeros individuales. Un dato a tener en cuenta a la hora de preparar un viaje al Tibet, pues nos podemos quedar a las puertas sin antes no hemos concertado la visita al Palacio Potala.
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