Esta ciudad medieval de Rumanía es una de las más bellas del país, apenas conocida por la leyenda del conde más temido de todos los tiempos: Drácula.
El casco antiguo es Patrimonio de la Humanidad y mantiene intacta su estructura. Calles empedradas con nombres del gremio de oficio, torres de defensa originales del período medievo y casas del siglo XVI. Entre el laberinto de callejuelas, asoma la Torre del Reloj, el palacio del Ayuntamiento y la iglesia de la Colonia.
Cuentan que de la Torre del Reloj salen siete figuras de madera que recuerdan los días de la semana y asoman puntualmente cada medianoche para recordar que ha llegado la hora de los vampiros.
Pero si algo está presente desde que cruzas la muralla que rodea a la ciudad es el alma de Vlad Tepes. Su imagen aparece en cada esquina. Es el mayor reclamo turístico de la región. Sus métodos de tortura y muerte (sobretodo el empalamiento) y toda la sangre que derramó ha hecho famosa a toda la región de Transilvania.
Fue Bram Stocker quien cogió la historia de Vlad Tepes, lo convirtió en vampiro inspirado en la costumbre de la época de beber la sangre del enemigo y creó el personaje de Drácula.
Parece una ironia que algo tan tétrico sea una alegria para sus ciudadanos. Es una fuente de ingresos garantizada. Si te gusta el tema, existen hasta rutas turísticas macabras que te llevan al museo de torturas, un antiguo calabozo, y la antigua casa de Tepes (ahora un restaurante con la especialidad gastronómica de “tapa del conde”).
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