Esta ciudad tan peculiar se posa sobre una peña entre las hoces del río Júcar y Huécar, en medio de un valle profundo. La geografía tan abrupta del lugar explica las calles empinadas, las costosas cuestas y el sinfín de escaleras que dibujan el plano de la ciudad.
La mayoría de la población vive en la parte baja y llana sobre la ribera del Júcar, pero para conocer la ciudad hay que que subir al casco antiguo. Allí se encuentra la Catedral gótica, la plaza Mayor con sus arcos barrocos y las casonas de balcones de madera y rejas de hierro jorjado, el Convento de las Petras, la plaza de la Merced, el antiguo castillo, el puente de San Pablo que cruza el Huécar y como no las Casas Colgadas (bandera insignia de la ciudad).
Hay dos bellos recorridos entre chopos y preciosas vistas de la ciudad que me gustaría destacar. La Ronda del Huécar es un paseo que va de la Catedral al Castillo por entre miradores y pasadizos. La Ronda del Júcar te lleva del castillo a la plaza Mayor con vistas sobre el río.
Visitar el Museo de Arte Abstracto Español en cuenca es una alternativa a lo típico, exhibe una exposición permanente de 127 pinturas y esculturas de artistas españoles de la generación abstracta de los años 50 y 60.
Las Casas Colgadas se levantan sobre la roca viva. Se construyeron en el siglo XV y fue el arquitecto Alcantara en el año 1926 quien restauró y salvó del derrumbe las 3 que quedan hoy en pie. Los balcones que se asoman sobre el abismo del barranco son un referente de la ciudad.
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