Oda al guiri

2 junio, 2010
nexus6

Foto: Nexus 6

Cuántas veces habremos lanzado un comentario sarcástico sobre el guiri rubio con la piel color lechón por el azote del sol que no sabe cómo hincarle el diente al cangrejo rojo de la paella. Es el homo guirensis, la especie que bebe hasta perder el norte, come hasta rozar el cólico y gasta dinero a mansalva en souvenirs tipical spanish que se reducen a un capote rosa, un toro en miniatura con un par de banderillas clavadas y la clásica camiseta monocromo con la palabra siesta.

Por algún motivo, vienen aquí con la idea prefabricada de que todos los españoles bailamos y cantamos flamenco, y vamos a comprar el pan y la leche con el traje de luces o luciendo volantes con coloridos lunares estampados en nuestro vestido flamenco. Luego vienen y se dan cuenta de que los únicos que saben cantar ese flamenco que tanto les gusta son los gitanillos que les acaban de quitar la cartera.

La culpa de todo esto la tiene Fraga Iribarne, el vetusto político que en 1962 se puso al frente del ministerio de turismo y convenció a la España puritana del franquismo de que los bikinis de las suecas no infringían ningún dogma católico. El señor Fraga al grito de Spain is different atrajo a los primeros turistas que se quedaron impresionados con las playas y la pitanza española. Arrancaba la leyenda del guiri.

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Seguramente alguna vez os habréis preguntado de dónde viene la palabra guiri, bien, Marcus os va a decir el origen: como muchos otros términos, la palabra guiri viene de las guerras carlistas del siglo XIX, y era empleada por los carlistas para designar a sus enemigos, los miembros del bando afín a la reina Cristina. Inicialmente se les llamó cristinos, de ahí la palabra mutó a guiristino y finalmente se quedó como guiri.  Por los visto también llamaban guiris a la Guardia Civil porque por aquel tiempo lucían en sus gorras las siglas GRI, acrónimo de Guardia Real de Infantería.

Los españoles disfrutamos mucho observando las inocentes equivocaciones de los guiris. Nos hace gracia ese modo peculiar que tienen de pronunciar la erre y su tendencia a no concordar el género de los adjetivos con el de los nombres. Todos nos hemos reído alguna vez de ese pobre guiri que parece no enterarse de nada. Nos reímos, sí, pero no debemos olvidar que el estatus de guiri es circunstancial, y que nosotros nos convertimos en guiris cada vez que salimos de las fronteras de nuestro país.

¿Pero cómo ven los extranjeros a los guiris españoles? Es gracioso pero por lo que sea nuestro principal rasgo es que hablamos a gritos. Tan real como la vida misma, si salís fuera de España y queréis localizar a un paisano, simplemente escuchad. La voz que se eleva sobre las demás, el grito aberrante y desgarrador con coral de carcajadas, ese, es de un español.

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En segundo lugar nos ven como fiesteros crónicos, como si siempre estuviésemos celebrando el año nuevo. Además, ese es uno de los motivos por el que cada año miles de jóvenes guiris acuden a España en busca de la Fiesta. Dependiendo del país al que acudamos, nos van a contemplar de un modo u otro pero en general coinciden en que somos un poco alborotadores y que no nos gusta demasiado el trabajo, ¿y a quién sí?

En definitiva, la próxima vez que veáis a un rubiales de piel rosa pensáoslo dos veces antes de verter sobre él cualquier tipo de comentario jocoso por llevar calcetines con sandalias. Recordad que nosotros nos convertimos en guiris cuando viajamos a sus países y nos lían con sus salchichas y sus cervezas. ¡Vivan los guiris! que año tras año alegran nuestras playas e incrementan las arcas de los comerciantes españoles, mucho bueno el guiri.

David Nogales