La exposición que actualmente se muestra en la galería Tate de Liverpool explora la obra de Picasso desde la óptica de su compromiso político, que le llevó a no volver a pisar más su país tras la Guerra Civil y adherirse al Partido Comunista Francés.
Picasso conservó hasta su muerte en 1973, su carné del PCF, sin que la represión de la revolución húngara de 1956 ni la invasión de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia en 1968 le hicieran abandonar su afiliación política.
No fue el de su militancia un simple gesto, el pintor malagueño fue un generoso contribuyente tanto a las arcas del partido como a diversas causas obreras.
En reacción a la guerra, a la posguerra y a la posterior guerra fría y amenaza de hecatombe nuclear, Picasso creó una serie de ambiciosas composiciones con un nuevo tratamiento de la pintura de historia ya que combinan una determinada estructura narrativa con una iconografía derivada de la mitología.
Muchas de estas obras se muestran ahora en Liverpool como El Osario (1944-45), diversas variaciones en torno a la Guerra y Paz (1952), Mujeres de Argel, inspirada en Delacroix (1954) o El Rapto de las Sabinas, según David (1962-63).
El elemento central de la exposición de la Tate, y una de las más impresionantes, es El Osario, una poderosa composición en la que se dan cita el cubismo y el expresionismo y ante la que es imposible no asociar a ese enorme grito contra la barbarie que es el Guernica.
La exposición de la Tate, que podrá visitarse hasta el 30 de agosto, muestra con claridad que el compromiso político de Picasso nunca derivó en panfleto.
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