La magia utilizada durante siglos por la tradición judía para combatir el mal de ojo, lograr el amor de una mujer o proteger el hogar de fuerzas demoníacas es analizada en esta exposición desde sus lejanos orígenes, allá por el siglo X a.C. en los tiempos del Templo del rey Salomón.
La muestra repasa las creencias del judaísmo siempre marcadas por la existencia de poderes sobrenaturales, ángeles, demonios, espíritus y fuerzas malignas que zarandeaban y arrebataban a los indefensos seres humanos.
Gran parte de estos objetos fueron usados en la vida cotidiana de las comunidades judías de Europa, Oriente Medio y norte de África. Incuso hoy se siguen usando, como la jamsa, símbolo de una mano que invoca la buena fortuna, y otros que probablemente incorporó el judaísmo desde la práctica islámica.
Contra el mal de ojo se solían utilizar espejos con forma de ojo para reflejar la mala suerte. El ojo simboliza lo que otros perciben de uno provocando la envidia. Talmud, la ley oral del judaísmo, dice que de 100 muertes, 99 son por el mal de ojo.
El tema amoroso y erótico es uno de los que atrae mayor atención, como muestran unas figurillas del período bizantino con forma de mujer con las manos atadas en la espalda y consideradas muñecas-vudú, expuestas en una sala dedicada a la magia negra.
La muestra deja claro que existe una diferencia entre la práctica religiosa y la superstición, aunque a veces sólo las separa una delgada línea.
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