Hace unos días, en vísperas de la festividad de san Jordi, en uno de esos puestos de libros que suelen sacara a la calle observé un libro titulado Los Idus de Marzo. El título me hizo recordar una de esas lecciones de historia que pueden convertirte en una criatura interesante ante la persona a la que pretendes conquistar u obtener la admiración y el respeto de tus compañeros de Trivial Porsuit. Aunque la trama de la historia parece estar tejida por los guionistas de Lost, os aseguro que no tiene desperdicio.
Todo comenzó en Roma, esa ciudad convertida en museo donde los constructores temen hacer demasiado ruido a la hora de levantar los cimientos de las nuevas edificaciones por lo que puede asomar. Como amante de la historia antigua que soy, estaba completamente ensimismado con el legado del imperio Romano: El Coliseo, el Panteón, la columna de Trajano, el arco del triunfo de Constantino I el Grande…La historia de Roma se dibujaba en los restos de sus años de esplendor.
Antes de visitar la Capital de Italia hice los deberes: leí con avidez algunas guías de viaje y consulté unos manuales de historia clásica que andaban acumulando polvo en una estantería. Mi objetivo era convertirme en mi propio guía y deslumbrar a mis acompañantes con mi amplio conocimiento de la historia romana. En otras palabras, pretendía hacerme pasar por cultureta y convertirme en el pedante con florituras que tanto critico en la actualidad. Por suerte, aquellos años de pedantería impostada quedaron atrás.
Mientras caminaba por la Vía Triumphalis próxima al Coliseo, escuché una conversación de un paisano que se estaba tirando el folio más que yo. Hablaba sobre la Conjura de los Idus de Marzo y la muerte de Julio Cesar. Me quedé pensativo, valorando la situación. Julio Cesar había sido uno de los gobernantes más célebres de la historia de Roma y yo no había oído hablar jamás de eso de los Idus de Marzo. Es más, me sonaba a competición entre dioses griegos del Olimpo.
Aquel tipo consiguió desalentarme, durante el resto del viaje, mis niveles de fanfarronería descendieron. No tenía posibilidad de consultar aquello así que me lo guardé en el saquito de las dudas. Fue lo primero que hice al llegar a casa. Abrí el manual de pedantería para principiantes por la página setenta y busqué la historia de la Conjura de los Idus de Marzo.
Los Idus de Marzo es sólo el modo que tenían los romanos, que también debían fanfarronear lo suyo, de denominar al 15 de Marzo, el día que asesinaron a Julio Cesar cosiéndole a puñaladas en la Curia del teatro de Pompeyo.
Continué leyendo sobre el calendario romano y obtuve esa información que te deja en buen lugar ante los demás. Antes de transmitirla, voy a facilitar el modo empleo: hay que emitir la información en un momento de silencio, poniendo voz de Constantino Romero y arqueando la ceja como Robert de Niro. Ahí va:
Los romanos empezaban el año en marzo, no en enero. Se llamaba marzo en honor a Marte que era el dios de la guerra; Abril venía de aperire que significa abrir en latín y que simboliza la apertura de la primavera; Mayo viene de Maia que es la diosa de la primavera; Junio en honor a Juno, la esposa del dios Júpiter; Julio en honor a Julio César; Agosto en honor al sobrino-nieto de Julio Cesar, Julio Cesar Augusto, Febrero viene de Februa que es un festival de purificación de aquellos tiempos y enero llamado así en honor a Jano el Dios de los portales, tiene más sentido si se traduce al ingles donde Enero es January;
¿Y de dónde vienen Septiembre, Octubre, Noviembre y diciembre? Pues supongo que se les acabaron los homenajeados y pusieron el nombre del mes en función del lugar que ocupan en el calendario: septiembre el séptimo mes del año, octubre el octavo, noviembre el noveno y diciembre el décimo, porque recordemos, el año nuevo romano comenzaba en marzo.
Los responsables de que el año nuevo pasase a enero fueron los españoles, concretamente los valientes numantinos. En los Idus de Marzo eran nombrados dos cónsules de la República. El calendario se cambió en el 153 a.C cuando los romanos se encontraban asediando la ciudad de Numancia. Adelantaron la elección de los cónsules del 15 de marzo al 1 de enero para que unos de los magistrados elegidos, Quinto Fulvio Nobilior, pudiese llegar al asedio de Numancia en primavera porque Roma no aguantaba por más tiempo la resistencia de este pueblo hispano. Por cierto, el 1 de enero son las calendas, palabra de donde viene el término calendario. Ya podéis salir a fanfarronear.
David Nogales