En el corazón de la Selva Amazónica se encuentra la ciudad de Manaos, el nombre se lo debe a la tribu indígena de los manaos, que eran los habitantes del lugar antes de que llegaran los colonizadores portugueses.
Fue conocida como el París de los trópicos gracias a la fiebre del Caucho.
Durante los años 1890 y 1920 en Manaos tenían luz eléctrica y sistema de agua por cañerías y alcantarillado, también disfrutaban de tranvías eléctricos, avenidas que estaban construidas sobre pantanos, y edificios imponentes y lujosos, como el Teatro Amazonas, el Palacio de Gobierno, el Mercado Municipal y el predio de la Aduana.
Brasil era el vendedor del 88% del caucho que se consumía en el mundo, y casi todo salía de allí. En aquella época fue una de las ciudades más prósperas del mundo y la más desarrollada del país, era la primera ciudad brasileña que disfrutaba de la luz eléctrica.
El Teatro de la Opera Amazonas es un reflejo de la opulencia con la que se vivía en aquellos años, en la construcción trabajaron albañiles y artesanos de todo tipo.
Se utilizaron lujosos materiales importados desde Europa, transportaron hierro forjado de Glasgow para las columnas, mármol de Carrara, estatuas y columnas italianas, 36.000 azulejos franceses, cristalería y 198 lámparas de arañas de Bohemia, telones de Bruselas.
Frente a la entrada principal se instaló una enorme fuente de la que en los días de representación manaba sin cesar champagne francés.
El edificio que ha sido restaurado varias veces es una de las atracciones de la ciudad y testimonio de la riqueza que se vivió en este lugar.
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