Las Rías Baixas son, desde la ría de Muros hasta la desembocadura del Miño, además de un verdadero paraíso paisajístico y gastronómico, un magnífico lugar para descubrir la cultura y el estilo de vida castreña.
El castro es un poblado fortificado que se empezó a habitar ya en el siglo VI a. C. Carente de calles, estaban protegidos por uno o más fosos, parapetos y murallas que bordeaban el recinto habitado. Las casas no comparten paredes medianeras, están separadas de las demás en construcciones circulares. Tampoco cuentan con ventanas. El suelo era de barro apisonado.
Son más de medio centenar de castros los que se reparten a lo largo de esta geografía marcada por los bosques y la presencia del mar, en forma de frondosas colinas, de playas de ensueño o de vertiginosos acantilados.
El castro de Baroña se levanta sobre una gran roca convertida en una península apenas separada de tierra firme por un estrecho istmo de arena, cuyo foso fue la primera defensa de un poblado amurallado tan metido de lleno en la ría como si fuera una isla.
Continuamos para descubrir el parque arqueológico de Castrolandin. En lo alto de una suave colina el castro se constituyó como un antiguo poblado fortificado en la segunda mitad de la Edad de Hierro. Desde aquí se divisan unas vistas impresionantes de todo el valle.
En Vigo, capital económica de las Rías Baixas, también podemos rastrear la presencia castreña de los antiguos celtas. El monte de O Castro es el punto de origen de la ciudad, el lugar donde los primeros pobladores se asentaron. Podemos encontrar unas 45 construcciones pétreas en la ladera derecha del monte. Hoy es también un magnífico parque botánico en el que estacan los pinos, cedros y camelias.
Más información| Castro de Baroña, Turismo de Vigo