Cuenta la historia que el inicio de Cartago fue allá por el año 814 a.C., cuando los fenicios llegaron a Túnez, y el jefe de la zona les permitió “quedarse con tanta tierra como pudiera cubrir la piel de un toro”, entonces mataron al toro más grande que tenían, y la cortaron en finísimas tiras, con las cuales formaron un círculo en torno al la loma de Byrsa, donde fundaron la Kart Hadasth (Nueva Ciudad).
Al estar situado en un punto estratégico, la ciudad de Cartago gracias a las actividades comerciales y marineras, fue un pueblo próspero durante muchos años.
Según desvelan las pocas ruinas que quedan de esta esplendorosa ciudad, los cartagineses en tiempos de desgracias personales o nacionales, sacrificaban a sus primogénitos, estos ya fueran niño o niña, con una edad de entre cuatro a doce años, eran estrangulados en público y posteriormente quemados, para ofrecerlos a sus dioses.
En la entrada a los templos donde se celebraban los macabros sacrificios Tanit y Baal Hammon, se pueden ver las fosas con cenizas y las pequeñas piedras que son las lápidas en recuerdo los niños que murieron durante los más de seiscientos años.
Los romanos pensaban que los cartagineses era un pueblo “cruel, cobarde, lujurioso y ambicioso”. Después de un violenta batalla, que duró diez días. Los romanos quemaron todas las casas, la mayoría de ellas contaba con hasta seis plantas de altura.
Se dice que en la ciudad vivían unas 400.000 personas, y después del asedio quedaron vivas unas 50.000, las cuales fueron esclavizadas. La ciudad con más de un mil años de vida quedó reducida a cenizas.
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