Pequeños muros abiertos con puertas semejantes a las de los templos rodean los patios donde se levantan las distintas dependencias familiares. En Ubud y en las aldeas de los alrededores viven centenares de pintores, músicos, bailarines, tejedores, talladores y fabricantes de marionetas y máscaras.
Es asombrosa la cantidad de gente empeñada en crear cosas bellas. Aquí se entiende, de repente, por qué no existe la palabra artista en balinés. Se supone que todos son artistas.
Todos los días ocurren cosas en Ubud o en los alrededores, celebraciones y festivales en los templos, rituales extraordinarios que se desarrollan como si fueran la cosa más normal del mundo. Además, están los espectáculos de danza que se pueden contemplar en el Puri Saren, en el palacio de Ubud: la gracia del legong, la habilidad del baris, el escalofrío del barong, acompañados de los sonidos líquidos de la orquesta de gamelan, o presenciar los combates interminables de las marionetas del wayang, el mágico teatro de sombras.
Y visitar a los artistas en sus talleres. Y cruzarse con ceremonias que pueden resultar espeluznantes como el limado de dientes o una fastuosa cremación, el rito donde se funden todos los símbolos de la vida ceremonial balinesa.
Caminando por los caminos laterales se observa a los balineses en las escenas de cada día: la muchacha con su bandeja de ofrendas, las señoras que siguen sin cubrirse el pecho, el campesino que cuida el arrozal, lo mismo con una azada como con un banderín que expulsa a los malos espíritus.
El arroz es la base de la dieta, siempre muy especiada. Lechón asado, pato cocido, broquetas de carne con salsa de cacahuete. Es muy difícil probar verdadera cocina balinesa tradicional.
Más información| Siti Bungalow, Bali Wikipedia, Indo