Colgada sobre las gargantas labradas por las aguas del río Guadalaviar, Albarracín es uno de los conjuntos histórico-artísticos más interesantes de nuestro país, y por supuesto de su provincia, Teruel. Su estampa aparece recortada por un cinturón de murallas que encierran un casco urbano del mismo color de la tierra que lo rodea. No queda más remedio que acercarse y pasear unas horas por sus estrechas y empinadas callejas.
Se inicia el recorrido en la misma plaza Mayor, de planta irregular, con soportales y balcones corridos, con edificios llenos de historia, entre los que destacan el Ayuntamiento y varios palacios del siglo XVII. Desde aquí da un poco igual qué camino tomar, todos resultan igual de sugerentes.
Nos encontraremos con su catedral gótica, que conserva un excelente retablo mayor del siglo XVI y una soberbia sillería en el coro. Además saldrán a nuestro paso el Palacio Episcopal, el Convento de San Esteban, las iglesias de Santiago y Santa María, así como con algunas casas singulares, como la de la Julianeta, la del Chorro y la de la calle Azagra.
El portal de Molina es la calle más famosa y transitada de la localidad, donde las fachadas de color rojizo y terroso de las casas se inclinan hacia la calle.Las pinturas rupestres del Pinar del Rodeno y la exuberante naturaleza de los Montes Universales son escapadas muy recomendables en un entorno cercano.
Además es Monumento Nacional desde junio de 1961. En diciembre de 1996 recibió la medalla de oro al merito en las bellas artes. Actualmente se encuentra propuesta por la UNESCO para ser declarada Patrimonio de la Humanidad.
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