Estando en Polonia se deben probar los manjares regionales, para sumergirse un poco más en la cultura de este país. Los pierogi (empanadillas), el żurek (sopa de harina fermentada), los arenques con cebolla, los pepinillos en adobo o bigos con setas son algunos de ellos.
En Polonia se siguen manteniendo las antiguas recetas. Basta con dirigirse a Podlasie para probar los kibiny, típico de la cocina lituana, kartaczy (masa de patata y harina rellena de carne de cordero picada) y el kindziuk, tipo de embutido seco.
Uno no se debe marchar de Podhale sin el famoso queso ahumado polaco, el oscypek, de leche de oveja, elaborado desde hace siglos por los pastores de Wołosi. Vale la pena dejarse tentar por otros manjares de la “familia láctea de Podlasie”: el delicado bundz, el picante bryndza o el żętyca, suero de la leche de oveja, extraordinariamente saludable.
La región de la Polonia Menor también es famosa por sus longanizas ahumadas de Liszki, producidas desde los años 30 del pasado siglo en esa localidad cercana a Cracovia. De postre les recomendamos el piernik (pan de jengibre) de Toruń. Es la dulce tarjeta de visita de Polonia, con una tradición que se remonta al medievo.
El vodka polaco goza de un prestigio internacional. En Polonia se ha creado incluso su propio museo. El excepcional Museo de la Destilación de Łańcut se encuentra al lado de una de las destilerías más importantes de nuestro país.
Un viaje por los sabores polacos supone descubrir los tiempos en que en un territorio común vivían distintas naciones: judíos, lituanos, ucranianos y tártaros.
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