Una muestra de cómo la frontera de Corea del Sur con Corea del Norte se ha convertido en negocio y atracción turística, es el parque Imjingak, donde acuden todos los años unos tres millones de visitantes que se entretienen en los restaurantes, cafeterías, tiendas de regalos e incluso un pequeño parque de atracciones.
Es también en el Parque Imjingak un lugar donde se puede pasear por el Puente de la Libertad, en el que durante la Guerra de Corea se intercambiaron casi 13.000 prisioneros de guerra.
Las excursiones que se realizan desde el sur son mucho más tensas que las que realizan los pocos turistas que llegan del norte, por lo general grupos afines al régimen o delegaciones extranjeras que entran en el país con la Asociación de Amigos de Corea.
Los turistas del sur deben cumplir unas estrictas medidas de seguridad, como avanzar rápidamente y en fila india desde el pabellón hasta los barracones y jamás señalar levantando el brazo hacia el extremo opuesto, por miedo a que en el otro lado piensen que se les está apuntando con un arma.
Mientras tanto, los visitantes que se desplazan del lado norte pueden pasear tranquilamente frente a las casetas con la única condición de no traspasar la raya tras la cual se sitúan los soldados norcoreanos, que darán un par de palmadas para que el despistado turista vuelva a su sitio.
Un curioso lugar para visitar ya que es la última frontera que queda en pie de la época de la Guerra Fría, separando todavía a las dos Coreas tras la guerra civil librada hace ya más de medio siglo.
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