El ferrocarril Murcia-Caravaca de la Cruz nació en 1933 con fines modestos y murió en 1971, por sus poca rentabilidad. Al poco tiempo, como si se estuviese pretendiendo borrar hasta la última huella, se levantaron prácticamente todos sus carriles y traviesas.
Parecía que no iba a quedar ningún recuerdo de ese tren, pero lo que quedó, hoy es la Vía Verde del Noroeste. Un recorrido de 48 kilómetros en el que se alternan áridas tierras con zonas de montaña y en el que sigue quedando huella de la generosidad de puentes y viaductos con las que se dotó el trazado del modesto ferrocarril en el que tiene su origen.
Como punto de inicio, la aldea de Los Baños de Mula, no muy lejos de la que encontraremos el primer gran viaducto del recorrido, que vuela a gran altura sobre la Rambla Perea. El paisaje, lo que los geógrafos denominan “badlands” o tierras malas: un escenario árido y blanquecino que contrasta con el fondo del valle, cubierto de verdes huertas que riega el río Mula.
No mucho más adelante, el entorno experimenta un brusco cambio para entrar en zonas pobladas de pinares y árboles frutales. Para reponer fuerzas y combinar la naturaleza con lo urbano, el caminante puede callejear por el centro monumental de la localidad de Bullas y probar los vinos de sus bodegas.
Tras esto, econtramos los viaductos sobre el Arroyo Burete y el Quípar, rodeados por abruptas laderas tapizadas de pinares. Pocos metros antes de llegar a este último se localizan las ruinas de una antigua ciudad visigoda, Deitana Begastri, antecedente de la actual Cehegín. Y de ahí a Caravaca, punto final de una ruta entre naturaleza e imponentes viaductos por tierras murcianas.