París es una gran ciudad, repleta de monumentos y edificios, amplias calles y preciosos jardines. El visitante tiene muchos lugares a donde ir, muchos encantadores y muchos muy típicos. Pero París es no podría ser lo que es sin su otro lado, el que no aparece en las informaciones turísticas, más llamativo y menos masificado.
En mitad del barrio latino,el Jardín Alpino es uno de los mejores ejemplos. Uno pasa cerca de él sin percatarse de su existencia, pero dentro convive la vegetación de todos los climas montañeses del mundo.Una pequeña aventura para disfrutar de la belleza de esas 2.000 plantas que conviven casi milagrosamente.
En París pueden hallarse museos en cada rincón y dedicados a cualquier motivo: el museo del vino, de los perfumes, de la anatomía, de los fósiles, del fumador, de la mineralogía, del aire. Suelen estar casi vacíos, pero sus contenidos no son menos interesantes que los más prestigiosos. Bastante pintoresco es el llamado de las curiosidades de Bonnier de la Mosson, en el que se pueden ver desde huevos de cocodrilo, tarántulas…
Pero para museos curiosos, el de la Contrefaçon: un recorrido por las imitaciones desde toda nuestra historia: bolsos de Louis Vuitton, polos de Lacoste, botellas de Martini o de Dom Pérignon, relojes de Cartier…
También hay uno de las cosas encontradas, el Micromusée du Service des Objets Trouvés, que desde 1804 recoge todo lo que los visitantes olvidan en la ciudad; un espectáculo que no tiene desperdicio: prótesis de piernas, un saco para ladrones dotado de un doble fondo, un sable de yakuta, cráneos humanos, un vestido de novia… La lista es muy extensa.
Más información| Cabinet de Curiosités de Bonnier de La Mosson , Musée de la Contrefaçon