La India es sinónimo de intensidad: muchas especias en su gastronomia, o el fuerte colorido de sus ropas atraen desde el primer momento la atención del visitante.
Estas sensaciones pueden vivirse en la ciudad de Delhi: la vieja Delhi, es un laberinto de calles estrechas repletas de bazares, y Nueva Delhi, la capital de la república, una ciudad moderna con edificios altos, parques y amplias avenidas. Para conocer la ciudad deben emplearse al menos tres días y puede cogerse un típico rickshaw (un carruaje tirado por un hombre) para visitar el templo jainista, el hospital de pájaros y el tempo sij, sin olvidar transitar por el Kinari Bazaar o mercado de joyas.
Son imprescindibles las visitas al Fuerte Rojo o la Jama Masjid, los jardines de la dinastía Lodi, la tumba de Humayun, y desplazarse a las afueras para ver el Qutab Minar. No puede faltar la visita a Agra, donde se encuentra el Taj Mahal, una de las siete maravillas del mundo y un extraordinario ejemplo de la arquitectura mughal. Se trata de un verdadero monumento al amor, que en 1632 mandó construir el emperador Shah Jehan en memoria de su esposa favorita, Muntaz Mahal.
Calcuta es una gran metrópoli llena de vitalidad. Uno de sus principales atractivos es el Museo de la India, donde se alberga la mayor colección de arte, arqueología, geología e industria del país. Situada estragégicamente, desde la ciudad pueden recorrerse los estados de Bihar, Bengala y Assam (con extensas plantaciones de té) o Sikkiim, un estado montañoso budista oculto en el Himalaya.
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