Cuenta la leyenda que una cruz de fuego surgió como si de un milagro se tratara, desde uno de los promontorios del pueblo, evitando que las huestes moras lograran el objetivo de ocupar esta plaza durante la Reconquista. Desde aquellos tiempos, Ainsa, en el Pirineo aragonés, ha preservado ese ‘halo’ casi místico, anclada prácticamente en el medievo.
Parece un pueblo perdido entre montañas pero Ainsa merece todos los honores. Conjunto Histórico-Artístico desde mediados de los años sesenta, la villa oscense aparece dibujada en un marco incomparable. Rodeada por el Parque Nacional de Ordesa, su ubicación tan estratégica la hizo infranqueable a las invasiones durante siglos y siglos, y aún hoy en día, permanece casi oculta para el turismo de masas.
Eso sí, si la descubre, puede que sienta que el tiempo se ha parado. Y es que, Ainsa, conserva su pasado histórico como oro en paño. Sólo tiene que adentrarse por sus calles (sólo hay dos), y contemplar como el rastro del medievo sigue muy presente en su Plaza Mayor, centro neurálgico del pueblo, en el que, junto con el Castillo, se celebran en estos días, la exaltación del milagro de la Cruz del Fuego, fiesta que reúne a lugareños que participan de las representaciones teatrales, que conmemoran tal acontecimiento histórico del siglo VIII.
Ainsa, es un claro ejemplo del tipismo de la comarca aragonesa del Sobarbre, situada entre sierras y ríos. Una localidad pintoresca y festiva, a pesar de los rigores del invierno. Para sobrellevarlo, la gastronomía es suculenta, regada además por un buen vino del Somontano.
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