El efecto Kokoreç

10 agosto, 2009

Pamukkale

Pamukkale, Turquía. 14:00 horas. Un sol de justicia sobrevolaba nuestras cabezas recalentando los pensamientos a fuego lento. El copioso desayuno turco que habíamos tomado por la mañana se había evaporado de nuestros estómagos y el sistema digestivo comenzó a emitir sonoras muestras de inconformidad: era la hora comer.

Comenzamos a callejear escapando de las locuaces palabras de los dueños de los restaurantes y, al fin, encontramos un pequeño establecimiento con un trío de turcos parlamentando acaloradamente alrededor de una mesa. Nos paramos frente a la puerta del bar, e inmediatamente, los tres tertulianos se callaron, nos miraron, se miraron entre sí, se levantaron y se marcharon. El dueño preparo la mesa y nos invitó a sentarnos con un elocuente gesto. Nos sentamos.

De la tienda de enfrente surgió la figura de un hombre mayor con una dentadura poco poblada y una mirada que dejaba entrever una dilatada experiencia vital. Se acercó a nosotros y en un inglés muy tosco nos preguntó qué queríamos comer, añadiendo que el dueño del restaurante no sabía más idiomas que el turco. Aquel viejo parecía sacado de una familia de capos sicilianos.

kokoreç

Miré el interior del local y comprobé que se trataba del lugar más sórdido de toda Turquía. La grasa trepaba por las paredes como una yedra traslúcida. La carta del menú se encontraba pegada al cristal. Se podían diferenciar tres tipos de plato: Köfte, Tavuk y Kokoreç. Los dos primeros estaban subtitulados con sus ingredientes en inglés dispuestos en una etiqueta blanca pero Kokoreç no tenía subtítulos, sólo la evidencia de que alguien había arrancado la traducción.

Decidimos probar los tres platos. Los dos primeros eran kebab corrientes de cordero y pollo pero el Kokoreç era difícil de identificar. Tras debatir, concretamos que el Kokoreç estaba compuesto por entresijos de cordero especiados. (Sé que alguno de vosotros habrá arrugado la cara de repugnancia). Cuando vino el camarero le pregunté de qué estaba hecho el Kokoreç pero como el hombre no sabía inglés, entendió que queríamos otro bocadillo más. Entró a la cocina y nos preparó otro plato de Kokoreç que me tuve que comer yo, por preguntón.

Fatal error. No sólo me había comido un bocadillo y medio de entrañas de cordero especiadas, (caras arrugadas de nuevo) en mi estómago se habían colado unos huéspedes indiscretos dispuestos a enturbiarme el resto del viaje: gracias a ese plato había contraído el efecto Kokoreç,  la diarrea del viajero.

vendedor

Voy a ahorrarme comentarios soeces sobre este mal del viajero, quizás algún día me atreva a relatar mi viaje enfermo. Sólo diré que durante ocho largos días mi mejor aliado fue un amigo pálido que se hace llamar inodoro. Pasamos muchas horas juntos. Él nunca me abandonó.

Como escarmenté de la experiencia, aprendí mucho sobre este mal, demasiado común entre los viajeros. Leed con atención los consejos que voy a daros a continuación para evitar pasar un mal trago:

– Bebed sólo agua embotellada y evitar el hielo en las bebidas. Las infusiones sólo se deben tomar si el agua ha hervido previamente.

– Si acudís a un río o un lago tened mucho cuidado de no abrir la boca durante la inmersión. Suena a broma pero es una de las causas principales.

– Lavar la fruta con agua embotellada antes de ingerirla, nada de dar bocados sin lavar. No está de más pelar también la pieza.

– Evitar las verduras frescas, sólo comer platos cocinados. Eso va por los amantes de las ensaladas. Lo mismo se aplica para carnes, pescados y huevos.

– Evitar alimentos en crudo como la leche sin pasteurizar, zumos de fruta naturales y similares.

En caso de haber contraído el efecto Kokoreç, debéis beber líquidos que con una alta concentración de sales minerales. Las bebidas isotónicas como el Aquarius son mano de santo. También podéis preparar el clásico suero con agua, limón y bicarbonato, aunque a veces es difícil encontrar los ingredientes. Para comer, arroz blanco, puré de zanahorias y manzana. Además,  es conveniente iniciar un adecuado tratamiento con fármacos antidiarreicos.

De todos modos, más vale prevenir que curar. No comáis nada que no os entre por los ojos.

David Nogales