Uno de los hitos arquitectónicos que se ha convertido en punto obligado a todo turista que llega a la capital de Brasil es sin duda su catedral, construida en honor a la patrona de ese país llamada Nuestra Señora Aparecida, por Oscar Niemeyer, quien es considerado como el creador parcial de la ciudad.
La obra empezó en 1958 y se concluyó en 1971. Primero se terminó la estructura de la nave principal y luego se prosiguió con el baptisterio, el campanario, la sacristía, la rampa y el espejo de agua. La capacidad de la catedral es para que reciba a 4 mil personas.
Son 16 los pilares parabólicos que sostienen la estructura circular de la catedral. En su interior se pueden apreciar vitrales curvos que iluminan el mármol blanco que reviste todo el lugar. Además, tres ángeles de bronce descansan suspendidos en las alturas del recinto.
Lo que más llama la atención de la Catedral es que sus columnas sostienen una sección hiperbólica de más de 85 toneladas que, según datos de esos años, lo que el arquitecto buscó fue representar dos manos elevandose al firmamento.
Por estos detalles, la catedral de Brasilia es sinónimo de arte y religiosidad. Aspectos que la convierten en un lugar turístico relevante dentro del país sudamericano.