Junto a Tombuctú, Djenné es una de las pocas ciudades de clara configuración medieval que se conservan en todo África. No tan conocida como su vecina, con la que comparte características similares, la ciudad del antiguo Sudán, es tierra de mercaderes y tratantes. Un ‘ecosistema’ humano peculiar y llamativo que late intensamente durante los días de mercado.
Pastores trashumantes, tuaregs, pescadores, puestos de frutas y verduras... el bullicio que recorre el asentamiento de tenderetes y puestos en la explanada situada delante de la Gran Mezquita, es impresionante.
Djenné parece recobrar vida en esos días en los que el mercadeo y el trueque se convierten en práctica generalizada, aportando una actividad inusitada para una ciudad medieval que cuida de preservar su intimidad. Aún así, el mercado es lugar propicio para observar más de cerca las costumbres y tradiciones de sus habitantes.
Al igual que Tombuctú, ha sido punto de referencia en las rutas comerciales que cruzaban el desierto de Sahel, convirtiéndola, durante la Edad Media en una ciudad próspera y privilegiada. Al estar ubicada junto al delta del río Níger, la extrema dureza del clima, con periodos prolongados de sequía junto a otros de intensas lluvias, ha propiciado una especial distribución de sus viviendas, hechas de adobe, distribuídas en una clara configuración de ciudad islámica.
La Gran Mezquita es el ejemplo más fidedigno de las características más impactantes de la arquitectura de Djenné. En su fachada sobresalen numerosos andamios de madera que, además de ser decorativos, cumplen una función bastante curiosa: sirven como puntos de apoyo para las restauraciones que todos los años, tras las lluvias, realizan sus habitantes.
El gran edificio, el mayor del mundo construído en adobe, observa el ir y venir de sus gentes, en un día cualquiera.
Vía|Wiki
Más info|Djenné, territorio tuareg, Ruínas de Djenné-Jeno