En el pueblo de Comillas (Cantabria), el genial Antonio Gaudí, planeó una de sus primeras creaciones ‘caprichosas, y es que , ‘El Capricho’, (como así se llama esta residencia veraniega), le fue encargada por Máximo Díaz Quijano, hombre que se hizo rico ‘en las indias’ y cuya hermana casó con el hermano del primer Marqués de Comillas. El edificio forma parte de la obra más personal del polifacético Gaudí. Hoy en día transformado en un restaurante.
Muy vinculado a otras construcciones ‘orientalizantes’ que el artista creó a lo largo de su primera etapa como arquitecto, como ocurre con la Casa Vicens o las bodegas Güell, en Barcelona, y en donde principalmente se combina el estilo mudéjar, persa y bizantino, en ésta de forma bastante perceptible, Gaudí introdujo algunas características diferenciales.
Si bien responde a las mismas reglas constructivas tan de moda en aquellos años, de finales del XIX: profusión de la cerámica y el revestimiento de la fachada principal con azulejos, la casa presenta algunas connotaciones únicas y extraordinarias.
Por ejemplo, tal y como apunta esta página web, ‘El Capricho’ es algo más que una simple construcción neomudéjar, puesto que combinó el ladrillo visto y la mampostería propia de la arquitectura árabe (extraordinaria la idea de los girasoles), con otros materiales industriales como el hierro y la introducción de motivos neogóticos, componiendo toda una ‘melodía ‘surrealista que da cuenta de la genialidad del artista.
Pero lo más sorprendente, son los cinco huecos que conforman las ventanas de guillotina cuyos contrapesos son tubos de metal que emiten notas cuando son tocados. Es, una sabia fórmula para integrar música y arquitectura. De nuevo, Gaudí.
Vía|Wikipedia
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