Los berlineses y turistas que visitan Charlottenburg, se preguntan si la leyenda sobre el destino del ámbar saqueado de la habitación que el Rey Federico decoraba en el palacio, es verdad o se ha convertido en mera rumorología.
Tras el requisamiento del ejército alemán, en plena segunda guerra mundial, de los paneles del valiosísimo ámbar (obsequio del rey prusiano al zar Pedro I el Grande), con los que la zarina Catalina, en el siglo XVIII, decoró una de sus habitaciones de su residencia palaciega de Tsarkoi Tselo, a las afueras de San Petersburgo, nada más se supo de ellos.
Los investigadores, sin embargo, entre ellos un diputado alemán, Heinz Peter-Haustein, cree haber encontrado parte de ese ‘tesoro’ en una mina abandonada cerca de la localidad de Deutschneudorf, junto a la frontera con la República Checa, a donde, posiblemente, fueron a parar muchas joyas y piezas de arte escondidos por los nazis, en 1945.
La cómoda que formaba parte del mobiliario de la famosa habitación, sí fue hallada por casualidad en un almacés del museo de artes aplicadas de Berlín, al igual que uno de los cuatro mosaicos que decoraban una de las paredes, cuando iba a ser vendido por el hijo de uno de los soldados alemanes que participó en la contienda y que colgó esta pieza en el recibidor de su casa.
Mientras los expertos continúan ‘excavando’ , en el palacio de la zarina se puede contemplar la habitación reconstruída formada por seis toneladas de ámbar. A falta de las piezas originales, la estancia es una réplica casi exacta del antiguo aposento. Se tardaron casi 24 años, desde 1979 a 2003, año en el que fue expuesto al público.
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