Jartum, pasado y modernidad convergen en esta ciudad, capital de Sudán. En la imagen se observa las infinitas contradicciones de esta urbe en la que costumbres ancestrales como la pesca en barcazas, surcando el río, intentan coexistir con otras de reciente adquisición, como la construcción del hotel Al Faith, un complejo futurista, que sirve de contraste, en la foto (en segundo plano). Es la dualidad de una ciudad, que se resiste a perder sus señas de identidad.
Jartum también representa el progresivo crecimiento que está adquiriendo desde que en 2005 abriera la fuente de ingresos que genera el petróleo, una riqueza natural que abunda en el pais y que ha disparado el asentamiento de compañías, la mayoría de Oriente Medio y China, y al que no le afecta, al parecer, las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos.
La capital sudanesa ha visto, como de aquí a unos pocos años atrás, la urbe se está convirtiendo en una metrópoli en la que todos quieren partcipar. Se abren nuevos hoteles, oficinas, y campos de golf. Esta ciudad bañada por la confluencia de las aguas del Nilo Blanco y el NIlo Azul, vive una edad de oro, aunque no está exenta de males endémicos, como la extrema pobreza que castiga a casi toda África, especialmente en las zonas más depauperadas de la ciudad, y una guerra fraticida que no termina entre tribus rivales por toda la región.
Por eso, Sudán se presenta como un destino turístico, especialmente dirigido a expedicionarios aventurados (especial cuidado si visita Darfur, en el extremo occidental), si bien la capital dispone de una amplia oferta hotelera y de restaurantes.
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