Supervivencia de un sacrificio ritual azteca, la danza del volador es una atracción espectacular que se conserva en toda la América central y de modo especial en el golfo de México.
En un poste de treinta metros de altura hay una pequeña plataforma giratoria. Alrededor del poste se enroscan cuatro cuerdas. Un marco, también móvil, mantiene las cuatro cuerdas separadas del mástil mientras se desenrollan. Un jefe de danza y cuatro bailarines suben a lo alto del poste y saltan y bailan en la minúscula plataforma al son de flautas y tambores. Finalmente, los cuatro “voladores” se lanzan al vacío. Con los pies atados a las cuatro cuerdas, van describiendo círculos cada vez más amplios, a medida que las cuerdas van desenrollándose. Mientras, el jefe de danza vigila el peligroso y progresivo descenso de sus hombres-pájaro.
Es una de las danzas indígenas más populares que han sobrevivido a la conquista española. El ritual en sí tiene varias interpretaciones antropológicas. Por un lado, se lo relaciona con el culto religioso, ya que los aztecas agregaron elementos solares que incrementaban el nivel de dificultad y, por añadido, la peligrosidad. La danza del volador se pone en práctica con cuatro personas que representan los puntos cardinales. Sin embargo, y aquí es cuando entra la segunda interpretación, a veces se han observado danzas de sólo dos voladores. Esto lleva a pensar que puede también tratarse de un ritual de la fertilidad, representado por el descenso de los danzantes, que simbolizan la lluvia.
La danza del volador (sabemos que no es una danza en el sentido estricto de la palabra) atrae siempre a gran cantidad de público, que ya sea por interés cultural o por mera curiosidad, se resisten a perderse este espectáculo único.
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